Es muy habitual encontrarse con personas afirmar que les muy complicado relajarse, incluso en verano, en su descanso vacacional. Y eso no es bueno, lamente necesita descansar, no en el sentido estricto de la palabra, para la mente  descanso equivale a cambiar su focalización. Dejar de pensar continuamente en la media docena de cosas o acontecimientos  que nos tienen ocupados todo el día.   También nuestras emociones necesitan un descanso, estar en continua tensión no es positivo, ni mentalmente ni físicamente. Las vacaciones no es solo dejar de realizar las tareas rutinarias de la vida, es una gran oportunidad para lograr equilibrar ese binomio cuerpo-mente, el cerebro necesita período de descanso que le permita regenerarse y lograr un óptimo rendimiento. Es un músculo que precisa una regulación perfecta de su funcionamiento, lo que supone picos de máximo rendimiento con otros de “bajar las pulsaciones”, todo ello necesario para lograr una salud completa.

Dice Cinthya Molina, psicóloga, que “el descanso mental es desconectar del ruido externo, para conectar con el interno”. Aquí está la clave, vivimos en una sociedad donde todo son sensaciones externas, a menudo intensas, rápidas, llenas de  tensión,  que nos tienen en continuo estrés. Todo lo queremos en el momento, estamos sobre estimulados de noticias, relaciones, ambiente laboral,… parece que no llegamos a todo (y no llegamos), porque no guardamos un rato para parar y pensar, tener un diálogo con nosotros mismos. Ni siquiera en vacaciones. Como tenemos tanto tiempo libre no sabemos qué hacer con el mismo, buscamos la forma de estar ocupados porque queremos seguir el ritmo normal de nuestra existencia, de lo contrario nos sentimos “raros”.

Debemos aprovechar las vacaciones para cambiar nuestra mirada; por ejemplo, ver ese parque por el que pasamos todos los días sin detenernos, con otra visión, observando, oliendo, escuchando, fijándonos en la vida que se germina en su interior. Darnos un paseo por nuestra ciudad, que normalmente vemos en coche o en transporte, observar los cambios que se han producido,  los detalles que se nos escapan por no prestar atención. Dedicar más tiempo y de mejor calidad a nuestras relaciones personales, a menudo dejadas en segundo plano. O, sencillamente, sentarse sin prisa y cerrando los ojos dejar a nuestra imaginación divagar… centrar la atención en el momento presente y dejar que sea un momento maravilloso. Seguro que nuestro cuerpo y nuestra mente nos lo agradecerán.

Jesús Pérez Santos

Coach