Sentada frente al mar, me dejo llevar por el espectáculo de luz y sonido que se me brinda.

El agua está transparente, puedo ver la arena debajo del suave y rítmico oleaje que emite una musicalidad imposible de reproducir; cierro los ojos y  la música del mar me envuelve, me arrastra, me invita a dejarme llevar, siento como todas las células de mi cuerpo se armonizan, la mente se calma y el suave viento acaricia mi piel mientras el Dios Neptuno    despliega a sus mejores músicos para mi…

De pronto abro los ojos y miles de luces que parecen estrellas salen del agua. Algo ha cambiado… la luz es luminosa, la música continúa; cierro nuevamente los ojos, y el tiempo desaparece al igual que el ruido mental se ha desvanecido dando paso al sentir… sentir la vida en su perfección más absoluta.

Cuando me doy cuenta comienza a atardecer, sigo sentada en la misma roca frente al mar, donde me encontraba hace un rato ¿o quizás una eternidad?… me pregunto si he estado en el mar o en el cielo…

Ahora que rememoro lo vivido, soy consciente una vez más de lo que la naturaleza hace con nosotros cuando nos abandonamos a ella. Contemplar un árbol, una roca, una flor, y abandonarme a la vida que habita en ellos es sin duda el mayor placer que he vivido en estos días estivales.

Mariña García

Coach