Escuchaba al gran Alejandro Jodorowsky una metáfora que me pareció digna de una reflexión.

Dice Alejandro que cada uno de nosotros somos como un águila viviendo en una jaula. Hay águilas tontas, y águilas inteligentes. Las primeras pasan su vida adormecidas en la jaula, mientras que el águila inteligente saca una de sus alas por uno de los huecos de los barrotes, y de la misma manera saca la otra por el hueco contrario; de esta manera bate sus alas hasta conseguir elevarse con la jaula.

Comentaba Alejandro que las jaulas son muchas y variadas: la jaula de la familia en la que nacemos, la jaula de la educación, la jaula de la cultura, de la religión, del sistema sanitario, laboral… la jaula del sistema en definitiva.

En principio me chocó la metáfora e inmediatamente supe que contenía una gran sabiduría.

Me pregunté: ¿qué sentido profundo tiene el elevar el vuelo aun con la jaula? Después de reposar la pregunta, comprendí que ese “elevar el vuelo estando enjaulado” se produce cuando uno se vive en fidelidad a sí mismo; tal estado se da cuando uno ha realizado un trabajo interno, pudiendo liberar sus creencias, miedos, limitaciones, necesidad de agradar, las heridas, los traumas… y entonces, solo entonces uno puede ser a fiel a sí mismo porque ya ha llegado a saber quién “Es”.  Y uno se eleva por encima de todos los condicionamientos que le habían hecho permanecer adormilado en la jaula, trascendiéndolos y elevándose; y llega el momento de que el Ser auténtico que cada uno “Es” vuele alto.

Volar es saber quién soy, siendo libre en cualquier contexto. Esta Libertad la ilustra fielmente Victor Frankl con su experiencia de vida; él elevó su jaula, y siguió dando sentido a su vida cuando le llevaron a un campo de concentración, ayudando a los que allí encontró a dar sentido al sinsentido de lo que les estaba tocando vivir.

Quizás estuviera en lo cierto Nicolae Iorga cuándo afirmó que la peor cárcel es la cárcel donde te sientes bien (o zona de confort).

Mariña García

Coach